Desde joven, su vida estuvo destinada al
servicio público, en el año 572, Gregorio alcanzó el cargo de prefecto de la
ciudad de Roma, su administración estuvo marcada por la peste, así como
por el caos burocrático en el cual él intentó implementar el orden y la
disciplina.
Después de heredar la fortuna de su padre,
Gregorio abandona su carrera pública por una vida de recogimiento y oración,
suceso que no sólo cambio su forma de vida sino también su corazón,
transformando su casa en el monasterio San Andrés en el Cielo; este suceso
motivo poco tiempo después al Papa Pelagio II a convocarlo como diácono (siervo
de la iglesia) seguido de esto fue iniciado en la orden sacerdotal y enviado
como nuncio (representante diplomático del Papa) a Constantinopla.
Su misión en Constantinopla fue muy efectiva
y su fama empezó a crecer por toda Roma. A su regreso a la capital, el Papa
Pelagio II murió, por lo que en el año 590 Gregorio fue electo como nuevo
Obispo.
Desde tiempos muy tempranos recibió el seudónimo
“Magno” debido a su “magnanimidad” hacia todas y cada una de las personas
con las que tuvo trato.
Su
preocupación por las necesidades de todos fue admirada y le otorgó el apodo de
“Consul Dei“(Representante
de la gracia de Dios). El Papa Gregorio, usaba cartas para comunicarse con
senadores, diplomáticos, herejes, monjes, viudas, pobres etc. Su destreza para para platicar
con cada uno de ellos en un lenguaje
comprensible le dieron fama de estar siempre inspirado por el Espíritu Santo.
El
Papa San Gregorio murió el 12 de marzo del año 604. Aunque no se conoce la fecha exacta de su
canonización, fue declarado Doctor de la Iglesia por el Papa Bonifacio VIII en
el año 1295.
Como recuerdo de tan valioso Papa, la Iglesia
creó la Orden de San Gregorio Magno,
la cual subsiste hasta nuestros días, y con la cual son condecorados fieles que
se han destacado en el servicio a la Iglesia y obras católicas.
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