lunes, 13 de octubre de 2014

Imagen de la virgen del Cisne



 
LA IMAGEN DE LA VIRGEN DEL CISNE                           
Acerca del origen de la imagen de la Virgen del Cisne, lo que se sabe como un dato real es que fue tallada en fino roble en Quito por el artista español Diego de Robles, quién había trabajado antes en la imagen de la Virgen del Quinche, y que tallaría la imagen a petición de los nativos del Cisne. Mide 65 centímetros de altura y es de belleza extraordinaria. “Realzan su hermosura el ovalado rostro y gracioso semblante. Su frente, que ostenta la blancura del alabastro, es serena y espaciosa. Sus grandes y abrillantados ojos, expresan una amabilidad indefinible. Son sus mejillas de un bajo carmín, luciendo el matiz de las espigas en sazón. Su semblante graciosamente sereno y apacible, expresa un sentimiento noble y lleno de majestad, a la par que de ternura y de inefable solicitud. Las facciones son bien proporcionadas, suaves y delicadas, sus labios finos las cejas de negro azabache y bien arqueadas; en suma, tiene el aire de una reina y el atractivo de una madre, siendo toda ella hermosa. Sus brazos tiénelos airosamente entreabiertos y mientras con su diestra empuña el cetro de oro, con su siniestra sustenta cariñosamente un gracioso Niño, cuyos ojuelos tiénelos como enclavados en el rostro de su divina Madre, formando un grupo encantador. A los pies de la santa imagen descansa una media luna de plata y un veces de oro macizo, con sus cuernos retorcidos hacia lo alto.” (Tomado de la Novena de Nuestra Señora del Cisne.)
Se considera que para finales de 1595 e inicios de 1596 los Cisneños ya tenían la imagen en el Santuario edificado por ellos y en el cual era venerada. Sin embargo el por qué la imagen de la Virgen de El Cisne es relacionada con la de Nuestra Señora de Guadalupe nos lo cuenta el Padre Julio María Matovelle en su libro “Obras Completas”, que menciona lo siguiente:
“El origen de aquel devotísimo centro de piadosas romerías para el pueblo ecuatoriano, es el siguiente.

Como se hubiese hecho famosísima, en poco tiempo la Imagen de Nuestra Señora de Guadalupe, colocada en la aldea de Guápulo, cerca de Quito, cuantos, por cualquier motivo venían a esta ciudad y eran testigos de la extraordinaria devoción con que era honrada la santa efigie, y quizás también de los singulares portentos obrados en su templo, empeñábanse en tener una copia de ella, para participar en algo de los muchos y estupendos favores que la Reina del Cielo dispensaba, mediante aquella ad vocación, a las nacientes cristiandades formada en esta parte de América. Ocurrió, pues, que algunos indios nativos de un lugarcillo llamado El Cisne, próximo a Loja, hiciesen un viaje a Quito donde con esfuerzos y sacrificios que ya pueden imaginar- se, consiguieron una hermosa estatua de madera, copia bastante exacta de la de Nuestra Señora de Guápulo, y gozosos con la posesión de tan valiosa joya regresaron a  sus hogares; llegados a su villorrio colocaron a la preciosa imagen en una rústica choza, principiando desde entonces a rendirle el fervoroso culto de amor y veneración que no ha cesado hasta nuestros días.

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